La felación como arma de dominación femenina
Tiempo atrás se creía que la felación era únicamente fuente de placer para el hombre, hecho que por supuesto no vamos a obviar, pero tampoco vamos a dejar pasar que a las mujeres nos encanta sentir que nuestros labios y boca provocan, excitan y enloquecen a nuestro compañero sexual.
Porque… ¿hay algo que nos pueda hacer sentir más poderosas que tener una de las zonas del cuerpo del hombre más vulnerable y a la vez tan libidinosa en nuestras manos, y boca, y saber que tenemos el poder de proporcionarle el mayor placer o el mayor dolor inimaginable?
Sí, mujeres del mundo, la felación no sólo es un placer para ellos, también lo puede ser para nosotras.
El truco para sentirnos expertas y dispuestas consiste en cambiar una serie de “clichés” que, durante años, nos han venido mostrando las películas pornográficas dirigidas al público específicamente masculino. En ellas aparecen mujeres arrodilladas y sumisas a las que el hombre controla con su mano moviendo la cabeza de la mujer y en las que normalmente éste acaba eyaculando en la boca o en la cara de ella.
¡Pues se acabó! Hay otras maneras de realizar felaciones que enloquecerán de igual manera a nuestro compañero sexual y que además nos harán sentir que el poder es absolutamente femenino.
Te propongo una serie de consejos:
– Cuando empieces con el juego sexual, excítale mucho sin mostrar evidencia de que en tu mente está la idea de proporcionarle placer oral. Tiene que ser algo que él desee pero que no adivine.
– Utiliza los besos con lengua en la boca para empezar a “dar pistas” de que en unos instantes vas a lamer y succionar de igual manera otra zona más al sur de su anatomía.
– Ve bajando suavemente deteniéndote en cada rincón de su cuerpo de manera sensual mientras con la mano empiezas a acariciar su miembro por encima de la ropa. Alarga este juego entre 5 y 10 minutos entreteniéndote en todas las partes de su cuerpo excepto en la genital. De esta manera su deseo en que te centres en esa zona irá en aumento.
– Deshazte de manera elegante de su ropa y deja al descubierto su zona pélvica.
– Empieza con suaves y sensuales besos en su falo, utilizando sólo los labios. Acompáñate de sugerentes expulsiones de aire caliente sobre su pene y altérnalos con pequeños y lentos lametazos.
– Sigue lamiéndole el pene, como si de un helado se tratara, mientras con la mano acaricias su escroto y perineo.
– En un momento determinado coge con fuerza la base del pene con la mano e inclina un poco el pene erecto para que puedas introducírtelo en la boca. (Es importante no forzar demasiado la postura natural de un pene erecto ya que puede provocar mucho dolor a nuestro hombre). Intenta introducir la mayor cantidad de él en tu boca (esto será más o menos difícil teniendo en cuenta su tamaño). Y vuélvelo a sacar lentamente. Este gesto le volverá loco. Repite este movimiento algunas veces más y aprovéchalo para lubricar la zona con tu saliva. Para no sentir la sensación de ahogo o arcada, intenta ir respirando por la nariz, y no por la boca.
– A partir de ahí, y dependiendo del tiempo que quieres que dure o de lo excitado que esté él, puedes ir variando el tipo de succiones y movimientos con la lengua. Los circulares alrededor del glande y coronilla son especialmente placenteros ya que es una zona muy sensible. Sobre todo vigila con los dientes y los movimientos excesivamente rápidos y violentos.
– Recuerda que las manos te serán de gran ayuda para momentos en los que se te canse la mandíbula o cuando quieras estimular zonas circundantes al mismo tiempo. Una zona que puede llevarlo al placer máximo es estimular su zona anal (aunque hay hombres no dispuestos). En todo caso, puedes probar a acercarte y si al hombre le gusta, probablemente te indicará que continúes.
Lo que no debes olvidar es que tú eres la que tiene las riendas en todo momento, así que búscate una posición en la que estés cómoda y que a él le resulte visualmente estimulante. No dejes que sus manos participen, así que puedes atárselas a la cama o apartarle la mano con picardía y decirle mirándole a los ojos “No, ahora mando yo…”. Te aseguro que no se resistirá a ser el sumiso.
Y por supuesto, el dónde y el cómo eyacula (y con la práctica incluso el cuándo), lo eliges tú.
Por último, y quizás lo más importante para sentirte una diosa del sexo y que él quiera caer rendido a tus pies (y a tu boca) muchísimas veces: Nunca muestres en la primera felación, todo lo que sabes… Pero sí déjale intuir que eres una maestra y que, si se porta bien, la próxima vez aún será mejor.
¡Felices y jugosas felaciones!